El año de la covid-19 dejó una avalancha de consultas en GEARA, que se repitió a principios de 2021, si bien ahora han recuperado los niveles prepandemia.
Hace apenas unos días Ávila se unía al Día Mundial Sin Alcohol y allí estaba GEARA (Grupo de Enfermos Alcohólicos Recuperados Abulense). Es necesario recordar cada año este día porque cuando el consumo se convierte en abuso hablamos de que da lugar a una enfermedad «crónica», el alcoholismo. Cuando el problema ya ha aparecido pocos son los que deciden dar el paso «de forma voluntaria», de hecho «lo hacen muy pocos» y la mayoría, «empujados por las circunstancias, por la familia o por los problemas laborales que trae consigo el abuso de esta sustancia». El año pasado GEARA fue testigo de que el confinamiento disparó la búsqueda de ayuda para dejar el alcohol y ahora, «la situación tiende a estabilizarse». «Estamos recuperando el ritmo anterior a la pandemia, con la misma demanda de usuarios», salvo una pequeña «avalancha» a principios de año, relata Maite Martín, trabajadora social y coordinadora de GEARA.
La pandemia obligó a una reorganización, a duplicar los grupos de terapia tradicionales, que de tres semanales pasaron a seis por razones de aforo. Ahora han vuelto a los tres pero habrá que esperar a la evolución de los datos de la covid-19 (con los contagios disparados). De media en cada grupo atienden a entre 35 y 40 personas, con lo que son un centenar los pacientes a la semana, pues algunos asisten a más de una reunión. Nunca estas personas que en su día acudieron a GEARA han estado desatendidos en pandemia ya que «creamos grupos de whatsapp y comunicación en redes diaria» y es que sabe Martín que no podían dejarles.
Volviendo a los grupos con los que tratan, estos son «heterogéneos», están los que llevan muchos años, «algunos más de dos décadas, como el propio presidente» y los nuevos, «el último de los cuales se incorporó la semana pasada». Se trata de «basarse en la experiencia de la gente que ya está en abstinencia para que los nuevos puedan lograrla viendo que hay gente que ha sido capaz». Además es necesario para los que ya llevan años sin consumir «mantener fresco el problema del consumo para no recaer». No hay límite de edad ni diferencia por sexo. Por supuesto que hay gente joven, cuenta Maite Martín.
En los grupos de terapia están todos juntos; otra cosa es en atención y acogida a los jóvenes que llegan nuevos. Ellos entran en el denominado programa Quirón (hasta 35 años), para el que hay dos mentores asignados y que han sido formados para ello,
ahora bien, «supervisados por la responsable del programa que es Beatriz Martín». El trabajo del mentor es que una vez evaluado el «enfermo que llega, le ponemos en contacto con el mentor, quien es un joven enfermo alcohólico rehabilitado y con al menos dos años de abstinencia, además de formado para poder trabajar». El mentor hace el apoyo y el seguimiento al joven para que éste se sienta identificado, hay dos mentores en Ávila, con poco más de 30 años. Son gente que llegaron muy jóvenes y eso da una idea del perfil de la persona con esta enfermedad. Siguen siendo, cuenta Maite, mayoría hombres (el 75%) frente a la minoría de mujeres (25%), con matices porque «de un tiempo a esta parte nos llegan un montón de mujeres». Hace unos años las féminas eran «un 5% como mucho». Y aquí hay más matices pues siempre «ha sido más difícil que la mujer diera el paso para pedir ayuda». También les cuesta más a ellas porque «hasta ahora bebían más en casa, era más difícil que salieran pero ahora no, se equiparan a los hombres en todo, en lo bueno y en lo malo».
El reconocer el problema está muy estigmatizado, pero más en el caso de la mujer. Además apunta Beatriz Martín, psicóloga de GEARA, que es clarificador el hecho de que «los hombres por lo general vienen acompañados y la mujer, no. No siempre tienen un apoyo a su lado». Otro apunte, ellas se mantienen menos en el tiempo en terapia.
Además «nos llegan de todas las edades, la semana pasada atendí a una mujer de 37 años», afirma Maite. El empezar a trabajar con ellos les obliga a identificar y asumir su problema para después motivarles para que abandonen el consumo y eso… Dura toda una vida. «No tiene techo» porque «el alcoholismo es una enfermedad crónica y no se cura». Deben aprender a mantener la abstinencia de por vida, pero como eso «suena muy fuerte, siempre les hablamos de un trabajo día a día».
Preocupan muy especialmente los jóvenes, esos que hacen bajar la media de edad del usuario a 42 años, llama mucho la atención porque cuando Maite llegó a este grupo (hace 28 años) la media era de 65 y ahora «tenemos al más joven con 24». Además el alcohol está normalizado, la gente que viene «tiene una posición económica media y un nivel cultural, medio también».
Volviendo a los jóvenes preocupa que no sólo es que entre ellos se dé abuso, es que en algunos casos hay «dependencia». Maite pide más control por parte de los autoridades de los botellones «que están prohibidos por ley»y por supuesto, paterno porque «conozco casos que los padres les compran el alcohol para así saber lo que beben y encima les dan la paga, con lo que pueden comprarlo ellos». Una vez que se entra en GEARA como mínimo son tres años en el programa de Deshabituación para recibir el alta terapéutica. Lo importante es dar el paso porque las últimas cifras dan terror. Según la ‘Monografía de alcohol del observatorio español de las drogas y las adicciones», 1 de cada 3 estudiantes de 14 a 18 años se emborracha de forma frecuente; el 80% reconoce haber bebido en el último año y el 95% ni siquiera tuvo problemas para comprar alcohol. Más datos, 3 de cada 10 jóvenes ha tenido episodios de consumo intenso y la edad de inicio de consumo está por debajo de los 13 años. Da mucho que pensar.
Texto y Foto extraído del Diario de Ávila.